La protección de los derechos humanos de niñas, niños y adolescentes (NNA) es un pilar fundamental para construir sociedades justas, equitativas y pacíficas.
Según UNICEF, estos derechos no son una concesión, sino garantías inherentes a su dignidad como personas, y abarcan desde el derecho a la vida, la educación y la salud, hasta la participación y la protección contra toda forma de violencia o discriminación. La Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada por la ONU en 1989, reconoce que los NNA requieren una atención especial debido a su vulnerabilidad y etapa de desarrollo, y establece obligaciones claras para los Estados en su cumplimiento.Enseñar y aprender sobre estos derechos desde edades tempranas no solo fortalece el conocimiento legal y ético, sino que también transforma la convivencia. La Guía Didáctica de Derechos Humanos en la Educación, elaborada por el Ministerio de Educación del Ecuador y la OEI, destaca que una educación basada en derechos promueve el respeto mutuo, la empatía y la resolución pacífica de conflictos, creando entornos escolares más seguros e inclusivos. Esta formación no se limita a contenidos teóricos, sino que se vive en la práctica diaria: en cómo se escuchan las voces de los estudiantes, cómo se resuelven los desacuerdos y cómo se valoran las diferencias.
Diversos estudios han demostrado que cuando los NNA conocen sus derechos y los ejercen activamente, disminuyen los índices de violencia escolar, abuso y discriminación. La Plataforma de Infancia en España, por ejemplo, ha desarrollado materiales pedagógicos que vinculan el conocimiento de la Ley de Protección Integral frente a la Violencia (LOPIVI) con actividades que empoderan a los adolescentes a identificar, prevenir y denunciar situaciones de maltrato. Esta conciencia crítica fortalece su autoestima, su capacidad de agencia y su compromiso con una cultura de paz.
En definitiva, enseñar y aprender sobre derechos humanos no es solo una estrategia educativa, sino una herramienta de transformación social. Al reconocer a niñas, niños y adolescentes como sujetos de derechos —y no como objetos de protección pasiva— se les brinda la posibilidad de crecer en libertad, con responsabilidad y con la capacidad de construir relaciones más justas. Invertir en su formación en derechos es, en última instancia, invertir en un futuro con menos violencia y más humanidad.
Antisana Media Online
25/06/2025
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