La exposición prolongada a pantallas digitales en niños y niñas menores de 15 años ha generado preocupación entre especialistas en salud infantil, educación y neurodesarrollo.
Según la Academia Estadounidense de Pediatría (AAP), los menores de 2 años no deberían tener contacto con pantallas, salvo videollamadas supervisadas. Para edades entre 2 y 5 años, se recomienda un máximo de una hora diaria de contenido de calidad, siempre acompañado por un adulto. A partir de los 6 años, el tiempo frente a dispositivos debe ser regulado cuidadosamente, priorizando el equilibrio con actividades físicas, sociales y escolares.Diversos estudios han evidenciado que el uso excesivo de celulares y tabletas puede afectar negativamente el desarrollo cognitivo, emocional y físico de los menores. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) advierte que la exposición excesiva a dispositivos móviles en niños y niñas puede provocar efectos adversos tanto físicos como mentales. Entre los más comunes se encuentran el cansancio ocular, molestias posturales, alteraciones en el sueño y síntomas de ansiedad o depresión. Además, este hábito puede interferir en procesos clave del desarrollo como el aprendizaje, la adquisición y desarrollo del lenguaje (especialmente en la primera infancia) y las habilidades sociales. El uso desmedido también favorece estilos de vida sedentarios, incrementando el riesgo de sobrepeso, y en situaciones más graves, puede derivar en una dependencia tecnológica.
El impacto no solo es individual, sino también familiar. Expertos como el Dr. Jacob Holzma, psicólogo clínico del Hospital de Niños de Colorado, señalan que los niños tienden a replicar las conductas de sus cuidadores. Por ello, es fundamental que padres y madres regulen también su propio uso de dispositivos y fomenten espacios de diálogo, juego y actividades al aire libre. La sobreexposición a pantallas, sin mediación adulta, puede interferir con los hitos del desarrollo y aumentar el riesgo de trastornos de conducta.
Ante este panorama, especialistas recomiendan establecer rutinas claras, promover contenidos educativos y acompañar activamente el uso de tecnología. La clave no está solo en limitar el tiempo, sino en garantizar que el uso de pantallas se integre de forma saludable en la vida cotidiana. En contextos donde el acceso digital es inevitable, como la educación virtual, es aún más urgente reforzar prácticas de autocuidado, descanso visual y conexión emocional. La tecnología puede ser una herramienta valiosa, siempre que se utilice con criterio, afecto y responsabilidad.
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